
Luthier artesanal: entre la pasión y la dedicación.
Con 33 años y más de una década de experiencia, este joven luthier se ha consolidado como uno de los pocos luthiers en Chile que trabaja con instrumentos de cuerda latinoamericanos. Su amor por la música y las artes visuales lo llevó a desarrollar un enfoque único, donde cada pieza es una obra de arte, hecha a mano con dedicación y pasión.
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Historia
Lautaro Carrasco encontró su camino en la luthería, fusionando dos de sus grandes pasiones: la música y las artes visuales. A pesar de no haber sido un músico consumado, siempre sintió una conexión especial con el arte y la creación. Su primer acercamiento a la luthería surgió de manera fortuita, cuando un amigo suyo construyó una guitarra en un taller. «Siempre estuve ligado al arte visual y a la música, pero nunca fui bueno para sentarme a estudiar un instrumento», comenta Carrasco. «La luthería fue una vía para poder aportar a la música, algo que siempre ha sido importante en mi vida».
Su formación en este oficio no fue tradicional. Lautaro comenzó su aprendizaje de manera autodidacta y luego tomó talleres en Santiago. “Mi primer acercamiento directo fue en un taller dirigido por Pablo Castañeda, aunque mi profesor fue Rodrigo Escobar», recuerda. A través de estas experiencias, Carrasco comenzó a perfeccionar su técnica, pero no todo fue fácil al principio. «Trabajé un par de meses en un taller donde hacían instrumentos en serie, pero no me motivaba tanto. Me di cuenta de que prefería hacer piezas únicas, enfocarme en los detalles».
Una de las decisiones clave en su carrera fue viajar a Lima, Perú, donde trabajó con el maestro Juan Rodríguez Rojas, quien se convirtió en una influencia decisiva en su desarrollo como luthier. «Me enseñó mucho y, sobre todo, me dio la confianza para creer en mi trabajo. La paciencia y el detalle en cada construcción o reparación es algo que aprendí de él», señala Carrasco, destacando la importancia de tener un maestro que guíe en los primeros pasos.
Con los años, Lautaro ha desarrollado un estilo propio, enfocado en la calidad y durabilidad de los instrumentos que construye. “Yo trabajo con maderas nobles, cada pieza está hecha con materiales que aseguran la mejor respuesta sonora y durabilidad”, explica. Desde las tapas de los instrumentos, que deben vibrar con precisión, hasta los puentes y diapasones, Carrasco pone especial énfasis en cada detalle. «Me demoro muchas horas en cada instrumento porque me interesa que tengan la mejor calidad tanto estética como sonora».
Uno de los aspectos que diferencia el trabajo de Lautaro Carrasco es su enfoque en instrumentos latinoamericanos, muchos de los cuales son poco conocidos en Chile. «Hago cavaquinhos, que es un instrumento brasileño, y también bandolines ecuatorianos, que son muy usados en las fiestas de Inti Raymi», comenta. Estos instrumentos, al igual que otros como el Tres cubano, son parte de su repertorio, y a menudo recibe consultas y pedidos tanto para construirlos como para repararlos. «Me gusta trabajar en proyectos personalizados, darle un toque único a cada instrumento»..
Uno de los mayores desafíos que enfrentó fue la consolidación de su taller en Santiago. “Al principio, todo fue boca a boca. La visibilidad siempre ha sido un reto, pero poco a poco la gente fue confiando en mi trabajo”, cuenta. Otro desafío personal fue aprender a cobrar por su trabajo. «Siempre me ha costado cobrar lo que vale, pero he ido mejorando», admite. La relación entre artesano y cliente es compleja, especialmente en un mercado donde la artesanía a menudo se subvalora. «La gente no cuestiona el precio de un mueble, pero sí de un instrumento, aunque el trabajo sea mucho más minucioso»..
Para Lautaro, la luthería es más que un oficio, es una forma de preservar y promover la música artesanal en una era dominada por la producción en masa. “No critico la producción industrial, es necesaria para quienes recién comienzan, pero el resultado de un instrumento hecho a mano es completamente diferente”, señala.
Para Lautaro, “un buen instrumento genera mejores sensaciones, y eso es algo que una pieza de fábrica no puede igualar”, reflexiona. Asegura que la luthería no es solo un oficio, es un arte que conecta al creador con el músico, y al músico con su audiencia, en una cadena de emociones que solo la música puede desatar.
Obras y Procesos
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