Cuando inicié esta labor de crear un autómata usaba pino, pero ya al avanzar me adjudiqué un proyecto Fondart con el que pude comprar maderas nobles y además, utilizo ahora maderas que colegas y amigos me regalan. Respecto al proceso creativo, no suelo elaborar bosquejo, suelo ir diseñando mientras trabajo, luego corto las piezas, las perforo y lijo, para finalmente comenzar a armar el personaje y resolver cuál será el mecanismo que le brinde movimiento. Ya lo que queda es el acabado, que consiste en pintar con acrílico o sellar las maderas con aceite.

Al realizar mi “trabajo” (coloco la palabra entre comillas porque para mí no es un trabajo), siento que puedo seguir siendo un niño que juega con maderas y se divierte creando cosas. Ciertamente existen muchas recompensas, como el poder vivir de lo que hago, recibir el agradecimiento y admiración del público, pero para mí lo más importante es sentir que puedo seguir jugando.

El uso que se le da a mis obras es principalmente el de un objeto lúdico y ornamental. En el caso de los trabajos personalizados, se trata de piezas para honrar u homenajear a alguna persona querida, a su vez, tengo una exposición de maquetas con autómatas cuya temática son escenas de la vida cotidiana de los años 70’ y 80’, en ese caso, sirven para la añoranza y el recuerdo, creando un dialogo entre niños y adultos.