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Pablo Antonio Diaz Duran

12 años de experiencia como artesano en Cerámica y Alfarería.

El oficio artesanal, es una herramienta fundamental para la humanidad, como medio de comunicación, como fuente laboral, como sistema de mercado, como forma de expresión y a su vez como herramienta terapéutica.

Historia

Para Pablo, los oficios no son un vestigio del pasado, sino la base sobre la que se construyó la vida humana. “Todo lo que nos rodea —el vestuario, los cubiertos, las casas— proviene del trabajo manual. Los oficios son anteriores a la industria. En realidad, el sistema actual es el que se apartó del mundo que conocimos a través de las manos.” Con esa reflexión abre una conversación que revela la filosofía que sustenta su práctica: una búsqueda constante de equilibrio entre materia, pensamiento y humanidad.

Su camino en la cerámica comenzó en 2010, bajo la tutoría de la ceramista Laura Tritini Lillo, licenciada en artes visuales, quien lo introdujo en la técnica y la sensibilidad del oficio. Más tarde, profundizó su aprendizaje en la Comunidad de Artesanos de Pomaire, donde estudió torno alfarero con el maestro Rodrigo Veliz, y en 2012 ingresó a la Escuela de Artes Aplicadas, especializándose en cerámica y vidrio. Esa formación le otorgó una base técnica sólida, pero fue su inquietud experimental la que dio forma a un lenguaje propio.

El territorio que habita también lo inspira profundamente. En su zona se han encontrado vestigios de antiguas culturas alfareras, como la Llolleo y la Aconcagua, cuya herencia simbólica lo conecta con una memoria ancestral. “Siento que el oficio me vincula a esa historia. El barro tiene memoria, y cuando uno lo trabaja, dialoga con quienes lo hicieron antes.”

En 2019, su práctica tomó un nuevo rumbo al conocer al maestro orfebre Juan Carlos Orellana, quien le mostró el mundo de los radiolarios, microfósiles marinos formados por sílice, el mismo componente principal de la cerámica. Fascinado por su geometría natural, Pablo comenzó a reinterpretar esas estructuras en sus piezas, creando obras que fusionan arte, ciencia y naturaleza. Desde entonces, su trabajo ha oscilado entre lo utilitario y lo escultórico, explorando las posibilidades expresivas del material y la belleza de lo microscópico trasladado a lo tangible.

Su proceso creativo parte siempre de la investigación y la experimentación. Recolecta arcillas de diferentes lugares del país, las analiza y prueba en distintas temperaturas y atmósferas de quema: gas, leña o ahumado. A través del torno, la laminación o la construcción manual, da forma a objetos donde la técnica se funde con la intuición. “El barro tiene su propio pulso —dice—. Hay que dejarlo hablar, no imponerle la forma.” Cada pieza, aunque parte de una serie, mantiene su identidad única, reflejo de la conversación entre las manos y la materia.

Al crear, Pablo experimenta una sensación de quietud espiritual y gozo profundo. En el taller, el tiempo adquiere otro ritmo: el pensamiento se aquieta y todo se reduce al diálogo entre el cuerpo y la arcilla. “Modelar el barro es también modelar el espíritu”, afirma. Esa misma filosofía impregna su labor docente. Como profesor y formador, tanto en escuelas como en talleres comunitarios, busca transmitir no solo la técnica, sino el respeto por la materia y la conciencia del proceso. “Enseñar cerámica es enseñar una forma de vida”, sostiene.

Su obra combina la precisión técnica con una mirada poética. Las formas orgánicas y geométricas dialogan en equilibrio, evocando la estructura de los radiolarios, los ritmos naturales y las huellas del tiempo. Más que objetos, sus piezas son meditaciones sobre la transformación, la permanencia y la relación entre lo ancestral y lo contemporáneo.

El aporte cultural de su trabajo reside en la revalorización de los oficios como formas de conocimiento. Para Pablo, crear con las manos es un acto de pensamiento, una manera de comprender y transformar la realidad. Su visión trasciende lo artesanal: propone una reflexión sobre la educación, la sostenibilidad y el valor simbólico de la materia. “Los oficios son patrimonio vivo —dice—. Enseñarlos es asegurar que la humanidad no olvide lo que la hizo humana.”

Hoy, su práctica se centra en la investigación y la experimentación con nuevos materiales y técnicas, sin perder la raíz alfarera que lo define. Desde su taller y su labor pedagógica, continúa tendiendo puentes entre tradición y contemporaneidad, convencido de que en cada pieza de barro se guarda una memoria colectiva que sigue moldeando el futuro.

Obras y Procesos

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