La materia prima, inicialmente, no era visible en nuestra comuna de Isla de Maipo, lo que me llevó a comprar en el sur del país, principalmente. Ya formada la agrupación, con la que hemos participado en distintas actividades, nos contactaron vecinos que tienen ovejas, en su mayoría ovejas para carne y no laneras. A esa lana entonces no se le daba uso y para ellos era un problema, por lo que empezamos a recibir esta lana, que si bien resulta corta para darle un uso textil, la utilizamos como base de nuestros trabajos.

Como artesana y en la búsqueda de darle a nuestro trabajo un valor agregado de identidad, para no sólo replicar o realizar obras únicamente con fines comerciales, es que nace la inquietud por investigar sobre nuestra comuna. De esta manera, son primeramente tres áreas las que abordamos: patrimonio cultural material e inmaterial; fauna; y plantas tintóreas de Isla de Maipo.

Para mí estar en el taller y crear, es simplemente lo que espero durante el día. El poder rodearme de los vellones, investigar sobre la obra, hacer los bosquejos, ver la paleta de colores, sentir el olor que tiene la lana de ovejas y todas sus texturas, es algo que me apasiona, que me mueve y me energiza, e incluso, muchas veces me hace perder la noción del tiempo.

En un principio, vi este oficio como una oportunidad comercial, realizaba una pieza, se vendía y generaba un ingreso adicional para mi hogar. Mi perspectiva cambia cuando veo que esto, además de significar una retribución monetaria, me permite entregar conocimiento, sonrisas y amistad. A fin de cuentas, se han creado lazos, con la artesanía se generan y expresan sentimientos y muchas veces incluso, ayuda como terapia para el alma.